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SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | Tus dones se te otorgan para servir al mundo

Juan el Bautista utilizó su extraordinario don para llevar la gente al Señor

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

Esta semana celebramos una fiesta muy importante: la natividad de San Juan Bautista.

La Iglesia solamente celebra tres nacimientos en su calendario litúrgico: el nacimiento de Jesús (el 25 de diciembre), el nacimiento de María (el 8 de septiembre), y el nacimiento de Juan el Bautista (el 24 de junio). ¿Por qué?

Celebramos el nacimiento de Jesús porque Él es Dios encarnado. Celebramos el nacimiento de María porque ella fue concebida sin pecado. Celebramos el nacimiento de Juan porque fue santificado en el vientre de su madre por el Espíritu Santo. (Vea Lucas 1:15: “Y estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre”). Los celebramos porque los tres nacieron sin pecado, y esa es una gracia extraordinaria.

Podemos ver que los talentos naturales se distribuyen desigualmente en el mundo. De la misma manera la gracia de Dios también se distribuye desigualmente. Juan el Bautista recibió una gracia especial. También la recibieron Abrahán, David, Jeremías y muchos otros a través de la historia de la salvación. La elección de Israel como pueblo escogido por Dios es un buen ejemplo. Dios les da dones a algunas personas mientras que no se los da a otros. Eso nos hace plantearnos una pregunta natural: “¿Como es eso justo?”

En cierto nivel la respuesta es: no lo es, si entendemos por “justo” que “a todo el mundo le toque la misma cosa”.

Sin embargo, si pensamos acerca de la historia de la salvación, hay una respuesta mejor y más profunda: estos dones no son otorgados para el individuo, sino para servir al mundo.

A través de toda la historia de la salvación Dios otorga dones al mundo a través de los individuos — no para el individuo, sólo, sino para el mundo a través del individuo. Dios no le dio simplemente un don extraordinario a Juan el Bautista para la glorificación de Juan. Al darle ese don, también le pidió realizar un servicio. Juan tuvo que “llevar a muchos de los hijos de Israel al Señor” y “preparar un pueblo bien dispuesto para el Señor” (Lucas 1:16-17). Lo que hubiese sido realmente injusto sería que Juan escondiera su don del mundo, que no lo desarrollara o que fallara en utilizarlo para servir al mundo.

Si reflexionamos sobre algunas de las direcciones que la gente toma sobre la distribución desigual de los dones – tanto los talentos naturales como la gracia sobrenatural — podemos ver que es fácil interpretar el punto equivocadamente y difícil hacerlo correctamente.

Una dirección es no desarrollar los dones porque podrían llamar la atención sobre la desigualdad. Sin embargo, este enfoque — señalado por C.S. Lewis en su ensayo “Screwtape Proposes a Toast” — también priva al mundo del servicio que se supone vendría de los dones recibidos.

Otra dirección es poner los dones en uso, pero para nuestra propia glorificación. Vemos este enfoque en algunos atletas y actores cuya actitud puede describirse como: ¡“mírame”! Ver su elección de esta manera fue una tentación para Israel en el Antiguo Testamento.

La mejor respuesta es reconocer los dones, desarrollarlos y ponerlos en uso para el bien de los demás. Vemos esto en los deportes cuando vemos a un buen jugador de equipo. Eso es lo que también vemos en los santos.

Juan el Bautista recibió un raro privilegio. El no gastó tiempo y energía lamentándose de lo injusto que era recibirlo. En cambio, pasó su tiempo y energía poniéndolo a trabajar, sirviendo a los demás. Nosotros deberíamos seguir su ejemplo.

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