SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | La acción del Espíritu Santo satisface el hambre del alma
Tenemos el desafío de recibir el amor de Jesús tan profundamente como podamos para poder compartirlo con el mundo
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
¿Como “saborea” el alma las cosas?
Sabemos lo que es el hambre física, y el sabor de la comida que satisface a nuestro cuerpo.
Sabemos también del hambre intelectual cuando tenemos una pregunta sin respuesta. Conocemos el “sabor” de una buena respuesta que satisface la mente.
También sabemos del hambre emocional cuando nos hace falta amor. Y conocemos “el sabor” de la afección genuina que satisface al corazón.
Cada uno de estos tipos de hambre — física, intelectual y emocional — tiene su correspondencia en el tipo de gusto: un gusto del cuerpo, de la mente o del corazón.
Sin embargo, ¿qué significa el hambre del alma? ¿Y que significaría para el “alma” el “saborear” algo que satisface su hambre? El saborear del alma es más difícil de identificar, pero por esa precisa razón, es lo más importante que debemos considerar.
San Pablo nos señala una dirección útil cuando dice al comienzo de la Segunda Carta a los Corintios, “Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús, nuestro Señor, Padre lleno de ternura, Dios del que viene todo consuelo. El nos conforta en toda prueba…” Diez veces, en el espacio de cinco versos, él habla del “ánimo” de Dios (algunas veces también se traduce como el “consuelo” de Dios). La palabra griega que utiliza es “paraklesis”. ¡Esa palabra indica la acción del Paráclito, del Espíritu Santo! El “ánimo” o “consuelo” que podemos probar aun en el medio de nuestras aflicciones — es un “saborear” del alma.
Piensa en la alegría y aun en el asombro que nos produce observar algo hermoso. Piensa en la admiración que nos conmueve cuando vemos una acción noble o misericordiosa. Piensa en la vergüenza saludable que sacude nuestra conciencia cuando hemos hecho algo profundamente incorrecto, o la pena que nos inquieta cuando vemos una profunda injusticia. Estos son solo algunos ejemplos de un tipo de saboreo más profundo que experimentamos — un saboreo a nivel del alma.
¿Por qué importa tanto eso? Porque las celebraciones de esta semana, del Sagrado Corazón de Jesús (el 11 de junio) y del Inmaculado Corazón de María (el 12 de junio), nos invitan y nos desafían a morar más a menudo y más fácilmente a nivel del saboreo del alma. Estamos invitados a morar ahí más a menudo y más fácilmente de manera que podamos recibir el amor de Jesús en la manera más profunda. Y tenemos el desafío a morar ahí más a menudo y más fácilmente porque el mundo necesita que compartamos el amor de Jesús desde el lugar más profundo posible.
Estamos, a menudo, distraídos. Nuestra atención está cautivada por cosas superficiales, aun si son cosas buenas. Esto no es realmente nuevo. Es una perenne tendencia espiritual de la humanidad caída. Es también una estrategia hábil de tentación que nos impide ir más profundamente.
Sin embargo, la invitación y el desafío de la vida cristiana es precisamente eso: profundizar, para recibir el amor de Jesús tan profundamente como podamos, de manera que podamos compartir el amor de Jesús tan profundamente como el mundo lo necesita. Aceptemos la invitación, y asumamos el desafío.