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FRENTE A LA CRUZ | El plan de Dios para la salvación incluye el papel especial de María como madre de la Iglesia

María cuida del crecimiento del cuerpo místico de Cristo (la Iglesia) tal como cuidó del crecimiento del cuerpo físico de Él

El primer día después de Pentecostés conmemoramos a María, Madre de la Iglesia.

El concepto de María como madre de la Iglesia está arraigado en las Sagradas Escrituras. María dio a luz al cuerpo físico de Jesús en la Natividad. San Pablo nos enseña que la Iglesia es el cuerpo místico de Cristo. Los Hechos de los Apóstoles nos muestran cómo, a través de su presencia y oración en el cenáculo, María ayudó a dar a luz a la Iglesia el día de Pentecostés. Por lo tanto, no es una sorpresa que el título de María como “Madre de la Iglesia” sea un título antiguo, que data al menos de la época de San Ambrosio en el siglo IV.

Las lecturas del día nos muestran las conexiones entre Eva y María, Jerusalén y María, y María y la Iglesia. Tales conexiones resaltan la unidad de la historia de la salvación.

Por ejemplo, considere la conexión entre María y Eva. Después de que consumieron el fruto prohibido, Dios le dice a la serpiente: “Haré que tú y la mujer sean enemigas y que tu descendencia sea enemiga de la de ella. La descendencia de ella buscará aplastarte la cabeza mientras tú le tratarás de picar en el talón”. Esto predice el nacimiento de Jesús, y su victoria sobre el pecado y Satanás. Eva se transformó en la madre de todos los humanos, pero los trajo al mundo al reino del pecado y de la muerte. María se transformó en la nueva madre de todos los humanos, trayéndolos al mundo de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.

Considere también la conexión entre Eva y la Iglesia. La sangre y el agua que fluyeron del costado de Cristo simbolizan el bautismo (el agua) y la Eucaristía (la sangre). Para ilustrar ese simbolismo, el catecismo nos dice: “Fue de Cristo, mientras dormía el sueño de la muerte en la cruz, que surgió el maravilloso sacramento de toda la Iglesia. Así como Eva fue creada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz” (Catecismo Católico,766)

Considere la conexión entre el antiguo testamento, donde Josué (en Hebreo: Yeshua) guio al pueblo de Dios (el pueblo de Israel) a la tierra prometida de Caná, y el nuevo testamento, en el cual Jesús (en Hebreo: Yeshua) guía al pueblo de Dios (la Iglesia, como el nuevo Israel) a la celestial tierra prometida.

Por donde lo miremos, el plan de la historia de la salvación forma un todo muy unido. Parte del plan es el papel especial de María como madre de la Iglesia. Como punto crucial de la historia de la salvación, María da a luz al cuerpo físico de Jesús en Belén. Entonces, al extender su victoria sobre el pecado y la muerte, ayudó a dar a luz a la Iglesia como el cuerpo místico de Cristo. Finalmente, en nuestros días, ella intercede como madre de cada uno de nosotros, en el deseo de que Jesús pueda vivir y crecer en nosotros, y en que nosotros podamos vivir y crecer en Jesús. De esta manera, ella cuida del crecimiento del cuerpo místico de Cristo (la Iglesia) tal como cuidó del crecimiento del cuerpo físico de Él.

Hemos pasado los últimos tres meses observando la Cuaresma y celebrando la Pascua. A medida que volvemos a entrar esta semana en el Tiempo Ordinario, podemos reflexionar sobre la unidad de la historia de la salvación, y celebrar el papel de María como madre de la Iglesia, y madre de cada uno de nosotros en Cristo.