SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | Los cambios en nuestra manera de hacer las cosas pueden dar buenos frutos
San Pablo cambió la manera en la que predicaba el Evangelio, lo que era necesario para construir la Iglesia
Queridas hermanas y hermanos en Cristo:
“Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre.” (Juan 16:28)
Esta semana las lecturas del Evangelio nos preparan para la Ascensión. Es crucial para nosotros reflexionar sobre este misterio y comprenderlo adecuadamente. En el sentido más profundo, después de la Ascensión, Jesús no dejó de estar presente en el mundo. Más bien, cambió la manera en la que está presente entre nosotros. Él ya no está presente en su cuerpo físico, sino en su cuerpo místico (la Iglesia) y en su cuerpo sacramental (la Eucaristía). Él ya no está simplemente presente fuera de nosotros; ahora está dentro de nosotros. Jesús mismo habló de este cambio: “Es mejor para ustedes que me vaya”. Para profundizar nuestra relación con Él, era necesario que sucediera este cambio.
“…Pablo se marchó de Atenas y se fue a Corinto”. (Hechos, 18:1)
Providencialmente, a medida que nos preparamos para la Ascensión, y leemos la secuencia a través de los Hechos de los Apóstoles, justamente esta semana leemos la sección en la cual Pablo está constantemente dejando una comunidad y yendo a otra. “Y Pablo los dejó” es algo que se repite una y otra vez, ¡ocurre cinco veces en las lecturas de esta semana!
Quiero que centremos nuestra atención en dos salidas importantes que oímos esta semana.
La primera sucede cuando Pablo sale de Atenas hacia Corinto. El acababa de dar un brillante discurso en el Areópago, combinando la apertura de la cultura Griega con una proclamación clara del Evangelio. En muchas maneras es un gran modelo para nuestro compromiso con la cultura. Sin embargo, en términos de dar frutos, el discurso básicamente fracasa. Algunos se burlan; otros le dicen que vuelva en otro momento; sólo unos pocos se convierten en creyentes. “Entonces Pablo los dejó”, porque esa misión no estaba dando frutos. Y cuando él se fue de Atenas a Corinto, decidió que simplemente proclamaría la cruz con sencillez y audacia.
La segunda partida sucede cuando Pablo está en Corinto proclamando a Cristo en la sinagoga, y recibió oposición e injurias. Pablo responde básicamente: “Eso es todo. Aquí ya terminé. ¡Me voy a la tierra de los Gentiles!
En ambos casos Pablo no cambió si hacia su ministerio y si proclamaba el Evangelio. Lo que cambió fue como hizo esas cosas. Y, por el bien de la propagación de las Buenas Noticias, ambos cambios tenían que suceder.
Así, cuando pensamos sobre Jesús esta semana, podríamos reflexionar sobre como cambió el modo de su presencia después de la Ascensión. El cambio no fue fácil, pero fue para bien.
Y, esta semana, cuando pensamos de la Iglesia primitiva, debemos reflexionar sobre como San Pablo cambió la manera de su ministerio y de su proclamación del Evangelio. El cambio no fue fácil, pero fue para bien.
Ambos cambios pueden ayudarnos a pensar acerca de Todas las Cosas Nuevas. Todas las Cosas Nuevas no cambiará si tenemos una vida parroquial, sino que cambiará como pensamos de la vida parroquial. Estoy firmemente convencido que este cambio tiene que suceder y que será para bien. ¡Eso no quiere decir que será fácil! Sin embargo, pienso que podemos sacar lecciones útiles, y esperanza, de la historia de la Iglesia y de las lecturas de esta semana.