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SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | La verdadera libertad se obtiene cuando nos mantenemos en relación con Jesús

Este verano, aceptemos el reto espiritual de utilizar nuestra libertad para profundizar sobre nuestra identidad y la misión que Dios nos ha dado

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

¡Estamos en el corazón del verano! Pensamos del verano como la época de mayor libertad. Las lecturas de esta semana (la semana 15º del Tiempo Ordinario) nos proveen de pensamientos interesantes que pueden profundizar nuestro sentido de lo que significa la libertad.

Por ejemplo, escucharemos acerca de la llamada de Dios a Moisés desde el centro de una zarza ardiente. En ese episodio (Éxodo 3:1-6, 9-12), Dios le revela Su nombre a Moisés. El Catecismo de la Iglesia Católica dice lo siguiente acerca de la revelación del nombre de Dios:

“Dios se reveló a su pueblo Israel dándole a conocer su Nombre. El nombre expresa la esencia, la identidad de la persona y el sentido de su vida. Dios tiene un nombre. No es una fuerza anónima. Comunicar su nombre es darse a conocer a los otros. Es, en cierta manera, comunicarse a sí mismo haciéndose accesible, capaz de ser más íntimamente conocido y de ser invocado personalmente.” (CCC 203)

Dios libera de Egipto a los israelitas. Al mismo tiempo, los invita a la intimidad de conocer Su nombre. Israel será realmente libre cuando mantenga esa intimidad con Dios.

Tanto la Sagrada Escritura como el Catecismo hacen eco de este tema con respecto al nombre de Jesús. A José se le dijo que le pusiera por nombre Jesús a su hijo adoptivo, “porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). Una vez más, el Catecismo escoge el tema “del nombre”:

“Jesús quiere decir en hebreo: ‘Dios salva’. En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión. Ya que ‘¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?’, es Él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho hombre ‘salvará a su pueblo de sus pecados’ (CCC, 430).

Somos más libres cuando mantenemos nuestra relación con Jesús, porque Él nos libera de nuestros pecados.

Cuando Dios le da a alguien un nombre en la Biblia (piense en Abrahán, Israel, Pedro), Dios les da su identidad más profunda y también su misión. Ellos fueron más libres cuando fueron fieles a esa identidad y misión. Lo mismo es cierto para cada uno de nosotros.

En tal sentido el profeta Isaías dice: “Pueblo de la costa, escúchenme. Países lejanos, presten atención: Antes de que yo naciera, el Señor me llamó. Me puso mi nombre cuando yo todavía estaba en el vientre de mi madre”. (Isaías 49:1). Fíjese que ese nombre le fue dado por Dios antes de ser nombrado por Sus padres.

El Libro del Apocalipsis también se refiere a personas que buscan su nombre: “Quienquiera que tenga oídos para oír lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré … una piedra blanca en la que hay escrito un nombre nuevo, que sólo quien lo reciba podrá descifrar.” (Apocalipsis 2:17). Este nombre, de acuerdo con el Catecismo, es la identidad dada por Dios a la persona. En referencia a este pasaje del Apocalipsis, el Catecismo dice:

“Vivir en el cielo es ‘estar con Cristo’. Los elegidos viven ‘en Él’, aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre” (CCC, 1025).

Espiritualmente, cada uno de nosotros recibe un nombre dado por Dios. Cuando sabemos el nombre conocemos la identidad y la misión que Dios nos da. El conocer nuestra identidad y misión dadas por Dios nos ofrece una clase de libertad más profunda. Somos libres de las expectativas del mundo, y libres para la identidad y misión que Dios nos da.

La noción de ‘nombre” es un tema teológico intrigante. También es un gran reto espiritual. ¿Estamos utilizando este verano nuestra libertad para profundizar en la identidad y la misión que Dios nos dio?

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