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FRENTE A LA CRUZ | La forma en la que ofrecemos nuestras disculpas y correcciones importa

Independientemente de lo que hagamos, debemos reflejar el Evangelio en nuestras acciones

Todos hemos oído alguna vez a un niño gritar a un hermano ¡“lo siento”! o a un adulto decir “Lo siento si alguien se siente ofendido por mis acciones”. El problema no es lo que ellos están haciendo, sino más bien cómo lo están haciendo. Esto no es, en lo absoluto, realmente una disculpa.

Mi punto no es específicamente acerca de nuestras disculpas. Mi punto es: La forma en la que hacemos algo realmente importa.

San Pablo enfatizó esto cuando les escribió a los corintios. Él les recordó: “Yo no vine con gran elocuencia y palabras de sabiduría…. Vine a ustedes con debilidad y temor, y temblando”. Él quería que ellos notaran no solo lo que decía sino cómo se los decía. El predicó el Evangelio — el mismo contenido de siempre, pero siguió la sabiduría de la cruz acerca de cómo hacerlo.

San Pablo les recordó tanto a los corintios como a los efesios que se aplicaran estas lecciones a sí mismos. Cuando sus palabras y obras estaban enraizadas en los celos y la rivalidad (1 Corintios 3:3) o cuando ellos se caracterizaban por su amargura, y por gritar su enojo y su furia (Efesios 4:31), entonces no importaba lo que ellos estaban haciendo o diciendo, la forma como lo estaban haciendo se oponía al Espíritu de Cristo.

Esta semana comenzamos la lectura del Evangelio de San Lucas, y está lleno de lecciones acerca de cómo actúa Dios. Dios constantemente da vuelta a todas las cosas y nos las pone al revés — por ejemplo, escoge a los más humildes en lugar de los más importantes, o muestra misericordia en lugar de hacer una justicia estricta. Dios escogió a Belén para ser el lugar del nacimiento del salvador — no por el hecho de que era una de las grandes tribus de Israel, sino precisamente porque no lo era (ver Miqueas 5:1). De los hijos de Israel, Dios escogió a Judá para iniciar la línea de descendencia del mesías — no a Rubén que era el mayor, o a José que era el más importante.

Lucas repetidamente nos ayuda a ver que la forma en la cual Jesús actúa hacia los ricos y los humildes, es la forma como Dios siempre ha actuado. Al hacerlo, él nos desafía a pensar en cómo actuamos.

Considere como corregimos a las personas. Algunas veces lo hacemos de una manera beligerante. A veces suavizamos la situación. A veces acertamos: con amabilidad, pero claramente. Cómo lo hacemos es lo que hace una gran diferencia — no solamente para la persona que recibe la corrección, sino también para acercarnos más a Dios por nuestro enfoque.

O consideremos cómo hablamos acerca de la cultura popular cuando se opone a las enseñanzas de la Iglesia. Algunas veces nos aproximamos con miedo. Otras veces nos aproximamos con enojo. Algunas veces nos aproximamos con la confianza en la cruz de los mártires, quienes sabían que podrían sufrir por oponerse a la cultura pero que fueron victoriosos en Cristo. Los mártires no estaban temerosos; tampoco necesitaban gritar. ¿Y nosotros qué?

Como todos los que han sido hechos a imagen y semejanza de Dios, y se esfuerzan por seguir a Cristo, reflejemos el Evangelio no solo en lo que decimos y hacemos, sino también en cómo lo decimos y lo hacemos.