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FRENTE A LA CRUZ | La Asunción de María es una verdad y una meta

La Fiesta de la Asunción nos anima a asegurarnos que cada aspecto de nuestras vidas nos guie hacia la meta celestial

“Por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, y por nuestra propia autoridad, pronunciamos, declaramos y definimos como un dogma divinamente revelado: que la Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, luego de haber finalizado su vida terrenal, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial”

— Papa Pío XII, 1 de noviembre de 1950

La verdad

Al momento de la muerte, cada uno de nosotros será juzgado por Cristo. Nuestras almas entrarán inmediatamente al cielo, al purgatorio o al infierno. Esto se conoce como el juicio particular. Entonces esperaremos el final de los tiempos, cuando nuestras almas se reunirán con nuestros cuerpos por toda la eternidad en el cielo o en el infierno. Esto es lo que se conoce como el juicio final.

Al menos, esa es la regla general. La excepción es María. Esta semana al celebrar la Fiesta de la Asunción (el 15 de agosto) estaremos celebrando el hecho — enseñado desde hace mucho tiempo por la Iglesia, y confirmado por una declaración dogmática en 1950 — que María, después de su vida terrenal, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.

La Asunción es una enseñanza que todos los católicos estamos obligados a sostener con la mayor certeza. Esto quiere decir, que cualquiera es libre de negar la Asunción de María, pero al hacerlo se declara a sí mismo como no católico.

La meta

Las razones para la enseñanza de la Asunción son explicadas bellamente por el Papa Pío XII en su declaración dogmática “Munificentissimus Deus.” Los animo a todos a leerla. Sin embargo, quiero añadir que la Fiesta de la Asunción no solo es la celebración de una verdad acerca de María, sino también una meta para todos nosotros. Cuando celebramos la Asunción de María, declaramos simultáneamente lo sucedido con María y nuestras esperanzas que esto nos sucederá a cada uno de nosotros en el juicio final. María habita, en cuerpo y alma, en el cielo por toda la eternidad. Esperamos lo mismo para nosotros. La Fiesta de la Asunción celebra el hecho y nos impulsa hacia la meta.

El criterio

El celebrar la Asunción es también articular un criterio para el juicio de nuestras vidas. ¿Cada aspecto de nuestra vida nos lleva hacia esa meta? ¿Cada pensamiento, sentimiento, obra y programa nos lleva a nosotros (y a los demás) más cerca de la gloriosa unificación de nuestros cuerpos y almas en el cielo, bajo el reino de Jesucristo, o nos rebelamos contra eso?

Es una gran disciplina asegurarnos de someter cada aspecto de nuestras vidas a esta prueba, la Fiesta de la Asunción nos dice que somos llamados a eso, y a nada menos.

Nuestra cultura actual parece estar enamorada de los zombis — cuerpos sin almas. La moralidad cultural es a veces un reflejo de eso, de pensar que las acciones de nuestros cuerpos no tienen ningún efecto sobre nuestras almas. La Fiesta de la Asunción nos llama a ser contrarios a la cultura: ver al cuerpo y alma como íntimamente unidos en esta vida, y permitir que la gracia nos guie por el camino de María, para al final ir al cielo en cuerpo y alma.